miércoles, 21 de mayo de 2008


EL MANDATO UNIVERSAL DE JESÚS

Es importante subrayar que la dimensión universal del mandato de Jesús que estuvo presente desde el comienzo de la predicación. Jesús quería que su reino se extendiera por todo el mundo, por eso la iglesia actual es conciente de este mandato de Jesús y por eso ha dicho.

“Dios a amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su hijo, El anuncia la buena noticia del reino a los pobres de los pobres y a los pecadores. Por eso nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros queremos y debemos proclamar el evangelio que es cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que esta cerca con su poder salvador y liberador de su reino. ”.[1]

Jesucristo mando a los apóstoles que difundieran el evangelio por todo el mundo, así lo relata Mateo: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espirito Santo... (Mt 28,18-20).

Vemos que la dimensión universal de su mensaje estuvo presente desde el comienzo de la predicación, eso lo podemos constatar después de la curación del siervo del centurión (Cf. Mt 8,10-11), era una enseñanza que el Señor repitió varias veces y en su llamado a la conversión, también lo hacia a los gentiles por medio de parábolas como: la de los invitados al banquete de bodas que rehúsan ir (Mt 22,1-10; Lc 14,16-24).

Las mismas palabras de Jesús “Seres mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8) son palabras de apertura para que todos sus discípulos comiencen la gran proclamación de la buena nueva del Señor, esto lo harán pero son muchas las dificultades que van a enfrentar, lo harán con toda clase de grupos étnicos y lugares geográficos. La persecución obliga a los discípulos (no aún a los apóstoles) a dispersarse y anunciar a Jesús en las regiones de Judea y Samaria (Hch 8).

El mundo judeocristiano

Este primer núcleo de judíos bautizados fue duramente perseguido por los judíos. Entre los perseguidos se encontraban los apóstoles Pedro, Juan y el diácono. Luego, "se desencadenó una gran persecución contra la Iglesia de Jerusalén. En el año 44 Herodes Antipas I encarceló a Santiago y a Pedro, y en el año 62 fue lapidado Santiago, "hermano del Señor, al que los apóstoles habían confiado el trono episcopal de Jerusalén" Después, a raíz de las dos sublevaciones de los judíos contra los romanos, la primera en el año 70 y la segunda en el 135, los creyentes de la Iglesia Madre sufrieron la misma suerte que sus hermanos de raza a pesar de no haber participado los cristianos en la revueltas. En la primera, la comunidad judeocristiana se refugió en la ciudad de Pela en Transjordania. Al frente de la comunidad de Jerusalén estaban obispos judeocristianos. Conocemos el nombre de 15. El primero fue Santiago el Menor, seguido de Simón, que fue martirizado en el año 107. Luego les suceden Justo, Zaqueo, Tobías, etc.

En el año 135 los romanos aplastaron la segunda revuelta judía. Jerusalén fue tomada en asalto, arrasada, y la nación judía dispersada. La Ciudad Santa fue reconstruida a la manera romana y poblada por gentes de origen no judío. A partir de esta fecha o, según escribe el historiador Eusebio, "desde entonces es cuando por primera vez allí la Iglesia de Jerusalén se compuso de gentiles después de los oriundos de la circuncisión, y el primero de los obispos gentiles que los dirigió fue Marcos".

Esta afirmación, unida a ciertos intereses partidistas, ha hecho aceptar a la mayoría de los estudiosos la idea de que Jerusalén se había vaciado de cristianos locales a partir del año 70 y hasta el 333 y, por consiguiente, el cristianismo palestino había sido importado de otras partes del imperio.

LA IGLESIA EN EL AMBITO JUDEOCRISTIANO

El cristianismo surge con una visión universal pero al mismo tiempo con vínculos con el judaísmo. La Iglesia es en su origen, judeocristiana y desarrolla su actividad con fieles judíos. Los "hechos" relatados en el Libro muestran cómo los Apóstoles dieron cumplimiento al programa que el Señor resucitado les fijó antes de su partida: "Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" . En el Evangelio de Lucas, el ministerio terreno de Jesús comienza en Nazaret (Lc. 4. 16-21) y culmina en Jerusalén con la Pascua del Señor (Lc. 9. 51). Y es precisamente de Jerusalén, de donde el mismo Lucas hace partir la acción evangelizadora de la Iglesia narrada en el libro de los Hechos.[2]

En el año 135 los romanos aplastaron la segunda revuelta judía. Jerusalén fue tomada en asalto, arrasada, y la nación judía dispersada. La Ciudad Santa fue reconstruida a la manera romana y poblada por gentes de origen no judío. A partir de esta fecha o, según escribe el historiador Eusebio, "desde entonces es cuando por primera vez allí la Iglesia de Jerusalén se compuso de gentiles después de los oriundos de la circuncisión, y el primero de los obispos gentiles que los dirigió fue Marcos". Esta afirmación, unida a ciertos intereses partidistas, ha hecho aceptar a la mayoría de los estudiosos la idea de que Jerusalén se había vaciado de cristianos locales a partir del año 70 y hasta el 333 y, por consiguiente, el cristianismo palestino había sido importado de otras partes del imperio.[3]

La presencia de judeocristianos y las difíciles relaciones con la Iglesia de la gentilidad

En tiempo de los obispos oriundos de la gentilidad: Narciso y su sucesor Alejandro, finales del siglo II, se origina una controversia entre la jerarquía de cultura griega y los fieles judeocristianos sobre la celebración de la fiesta de Pascua que el concilio de Cesarea, año 109, había fijado en domingo, mientras que los judeocristia-nos la celebraban el 14 del mes hebreo de nisán, como inmutable. Sabemos que los judeocristianos estaban instalados en el siglo IV en el Monte Sión, cuna de la Iglesia, mientras que la jerarquía de la Iglesia de la gentilidad oficiaba en el Santo Sepulcro. Las relaciones entre las dos comunidades eran tirantes, como nos las describen autores contemporáneos: San Jerónimo, San Epifanio y San Gregorio de Nisa. Tanto es así que el Monte Sión no figura en la lista de Santos Lugares por el hecho de estar en manos de los judeocristianos. San Gregorio de Nisa se escandalizaba del desacuerdo que reinaba entre las dos comunidades. Más aún, algunos fanáticos judeocristianos, que predicaban tres resurrecciones de Jesús, la doctrina milenarista y la restauración del Templo con la vuelta a las ceremonias del A.T. y a los sacrificios cruentos, no le consideraban cristiano.


[1] Cfr.V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, # 30, ed. San Pablo , Brasil, Mayo, 2007

[2] www.catolic.net

[3] Ignacio Peña Ofm, Revista bimestral de la custodia franciscana,www.ofmmagtsmges.html

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